El rumbo con el terreno despejado

Una profesora de Química en el secundario repetía: “La Argentina la destruimos de día y se reconstruye de noche”.
Ya sin el fantasma populista, que deja la herencia de un pasado triste de denuncias de corrupción y hechos que parecen pruebas incontrastables de la misma, todo parece encaminarse a una nueva etapa de reconstrucción institucional.

Y queda evidente la necesidad de acelerar reformas que lleven a los hechos el deseo presidencial (y de todo ciudadano bien nacido) de reducir la pobreza.
Para ello debe mejorar día a día, mes a mes, año a año, nuestra aún alicaída economía.

Se ha cumplido una primera etapa: el mito de “vivir con lo nuestro”, que es ni más ni menos que vivir mal, con góndolas vacías y fantasías plasmadas en irracionales cepos a todo, como soluciones mágicas. Y es que en economía y finanzas, lamentablemente, no hay magia.

Hay ideas. Acertadas, equivocadas, y el avance se da cuando las primeras son más que las segundas. Entonces, mirando hacia delante, ¿que vemos?

En nítidos aciertos de intenciones ya anunciadas, el empuje de reformar el aparato impositivo, que amén de ser demasiado pesado para la actividad privada es altamente regresivo. ¿Que es esto? Impuestos que deprimen la actividad  y la inversión en vez de premiarla. Claro ejemplo de ello es el impuesto a los ingresos brutos, donde vender y/o producir más se transforma en un automático castigo.

Otro tema en agenda inmediata sería una fuerte reforma de las leyes laborales, de las “conquistas” gremiales, que pegan directamente sobre el nivel de empleo. Tanto “defender” a los trabajadores ha generado ambientes en los que el país jamás será competitivo mientras la productividad producto de estas normas sea tan baja. Nadie pretende volver a 1812, no exageremos, pero hay innumerables tonterías que se requieren en diversos rubros (energético, aerolíneas, comercio, etc.) que están emparentadas con “conquistas” absolutamente mentirosas, que han achicado el espectro de inversión y, por ende, de posibilidades laborales.

Al mismo tiempo, vemos con pasividad abusos reiterados a rubros profesionales (médicos, por ejemplo) que por no tener un “padrino” gremial viven en las antípodas. 

Otro tema en carpeta es la mentada reforma del mercado de capitales. Esto se necesita más que el agua misma: sin capitales, sin ingreso e incremento de los mismos no habrá desarrollo económico. 

Al respecto, la flexibilización normativa, un mayor rigor en el control del mercado y un tratamiento benigno a nivel impositivo para instrumentos deberían propender a una aceleración del flujo de inversores y por ende del financiamiento puro del crecimiento. Estas son quizás las principales áreas de reforma que se sucederán con el correr de los días.

Desafíos. Pero no todo son rosas, sino que hay espinas. La mayor, sin dudas, es la política antiinflacionaria, basada exclusivamente en la cuestión monetaria. Esto ya ha demostrado que no funciona como desearíamos, y ante un mínimo rebote en la actividad la inflación (la cual se consideraba de raíces muertas hace unos meses) está muy viva y lista para reinstalarse. Y esto es absolutamente lógico.

Luego de años de desequilibrios forzados por medidas improvisadas, las variables, el juego de oferta y demanda aún está muy lejos de un orden básico.
Ordenar la economía y las finanzas es una cuestión muy compleja donde debería actuarse activamente en distintas variables para lograr ir ordenando el mercado, para que de esta forma se mejore la eficiencia, variable fundamental para lograr armonía en los niveles de precios. Vivir en un país que hoy por hoy es tan caro como Japón marca que algo no funciona en materia de precios. Aquí caemos en la eterna cuestión del tipo de cambio.

Desde enero de 2015 hasta septiembre, los precios se incrementaron en un 64% aproximadamente, y el valor del dólar un 32%, justamente la mitad.
La pregunta es, si éste era el tipo de cambio adecuado para aquel entonces, ¿qué cambió para que no se haya ajustado en forma parecida?
Recordemos que el sistema elegido es de “flotación sucia” con intervención del BCRA. Si se piensa que no, entonces, ¿qué significan las Lebacs sino mecanismos de absorción monetaria a través de un “premio” o tasa que nos haga pensar que “le ganaremos al dólar”?
Al respecto, el valor de tales Lebacs ha permitido a un inversor ganar en dólares desde principios del año pasado un 25%, lo que en términos de tasa anual es aproximadamente un 13% en dólares. Una tasa imposible de conseguir en el mundo de finanzas lógicas hoy por hoy.

Justamente, las elevadas tasas contribuyen al enlentecimiento de la recuperación económica, sin los frutos esperados en la medida de contener la inflación.
Cabe la pregunta de si vale la pena insistir en ello, o no llegó la hora de buscar mecanismos coadyuvantes para lograr terminar con ella.
En ese camino está el equilibrio fiscal, el cual se ha de lograr, o bien achicar el gasto, lo cual en sí es contractivo y difícil, o bien, sin que una cosa quite la otra, buscando un fuerte crecimiento que permita “agrandar” la parte privada, que es otra forma de achicar el sector público.

En particular, elegiría un mayor nivel de actividad, sin ser tan ambicioso con metas de inflación por las cuales se ha pagado un precio muy alto (tasa) y no se han conseguido. Me pregunto, y dejo esta pregunta como reflexión: ¿aprendimos de la reciente lección? ¿Valió la pena pagar tasas para tener una inflación 8 puntos menor a la que finalmente tendremos?

En fin, son muchos los desafíos y largo el camino. Uno plantea alternativas, en busca del bien común, en una Argentina afortunadamente bien orientada a ser parte del mundo y no ya una isla iracunda aislada y tan controvertida.n 

Miguel Arrigoni / CEO DE FIRST

Fuente: Diario Perfil
http://www.perfil.com/columnistas/el-rumbo-con-el-terreno-despejado.phtml